Reflexiones para tí.

Adonisedec

Adonisedec, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué había tomado la ciudad de Hai y la había destruido completamente, pues Josué hizo con Hai y su rey lo mismo que había hecho con Jericó y su rey. Adonisedec también supo que los habitantes de Gabaón habían hecho un tratado de ayuda mutua con los israelitas y se habían quedado a vivir con ellos. Josué 10:1.

Siempre creí que los gabaonitas eran un pueblo astuto, pero pequeño, débil. Entendía que su estrategia de realizar una alianza con el pueblo de Israel se debia a que sabían que si Josué se movía, ellos serían aplastados por la fuerza militar de los israelitas. Pero Adonisedec informa que Gabaón era una ciudad importante, un pueblo suficientemente grande como para hacer frente al ejército dirigido por Josué.

Este error mío se repite muchas veces (y en muchas personas). Llegamos a la Biblia con las ideas preconcebidas o con conceptos que se basan en alguna lectura superficial que hicimos, en alguna historia que nos contaron, en una película que vimos…

Cristo nos enseñó que debemos “escudriñad. Este verbo nos exige una postura y un compromiso con la lectura bíblica mucho más profunda y consciente de lo que muchas veces tenemos.

El rey de Jerusalén actúa movido por el miedo. Miedo absolutamente lógico, pensando en las victorias que Dios le había dado a Josué. Dios entrega a Josué, en un solo día, a todos los reyes de las montañas que cercaban esa región de la Tierra Prometida. Fue en este episodio que Dios detuvo el sol. Lo paró durante horas, para que su siervo pudiera terminar la tarea de juicio que Dios le había marcado.

El Dios que te acompaña a ti hoy es el mismo que estaba con Josué. Él es el mismo “ayer, hoy y para siempre” (Heb. 13:8); por esta razón sigue interesado en hacer todo, lo lógico y lo ilógico, lo fácil y lo difícil, a fin de ayudarte, bendecirte, salvarte. Si él tuviera que detener el sol para ti, lo detendría.

Para tu felicidad, ningún esfuerzo es demasiado. Ya lo demostró cuando aquel viernes de tarde cargó sobre sus hombros lacerados en una cruz que no le pertenecía, y caminó hasta el Calvario. Lo demostró abriendo sus manos para que sean clavadas en el madero. Lo demostró muriendo para que tú vivieras. ¿Detener el sol por ti? Eso es fácil.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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